"Si volviera a nacer volvería a querer ser homosexual y no heterosexual".
Estas frases las ha dicho un chico en el programa que acaban de hacer en Cuatro, Callejeros: orgullo, centrado en el tema de 'salir del armario'. Y cuando lo he oído de qué no me pongo a llorar, porque me ha traído muchas memorias. "¿Lo pasaste mal?" le había preguntado el reportero. Se me hace un nudo en el estómago al repetir las palabras.
Yo también lo pasé mal (ya pasan de las doce pero yo a seguir hablando de mariquitas). En el cole me tenían martirizado. Mariquita, maricón. No me gusta el fúngol, pero eso no tiene nada que ver. Jugaba a las medias, y eso sí que era casi un síntoma, síntoma de hortera, porque mira que... aunque al menos era algún tipo de deporte. Pero eso sí, tenía un amigo. Uno, porque lo demás eran chicas. Un chico con el que pasé toda mi infancia. Justo hasta llegar al insti, donde nos distanciamos, por varios motivos.
En el insti me volvieron a tocar los cojoncillos. Al menos inventaron nuevos insultos. Julay, sarasa, julandrón. Crispín Klander no ayudó nada, ni tampoco Galliano apareciendo en mi libro de texto. Pero tampoco hicieron nada los profesores. Nada de nada. Porque ni cuando me insultaban delante de un profesor hicieron nada.
Pero bueno, con medio camino de pubertad hecho, llegué a trancas y barrancas a 1999. Y entonces me dieron mi primer beso. El beso y todo lo demás, porque con diecisiete años tenía tantas ganas que en ocho días ya hice todo lo que debí hacer. Y mi primer novio me duró cuatro meses. Muchos besos desde aquí, t'estimo, ja ho saps. Y hoy es uno de mis mejores amigos.
A nadie de mi familia le dije que tenía novio. Por varias razones. Una, que tenía doce año más que yo y la primera semana juntos fue, técnicamente, contra la ley. Dos, porque era un amigo de mi hermana la mayor de toda la vida y ni siquiera él había salido aún del armario. Pero cuando ya lo dejamos se lo conté a mi hermana, casi quemando la casa, porque se me ocurrió contárselo mientras ella se bañaba y yo cocinaba, con el aceite en la sartén, y yo en pura conversación profunda.
Después vino el tiempo de mi hermana, la menor de ellas, que lo que me dijo cuando se lo dije fue "Y, ¿duele?". Serás perra, y bollera, aunque entonces no lo sabías.
Mi hermano tardó un poco, porque no estaba en la ciudad, pero fue un tema más bien que se obvió y no se discutió hasta que mi madre me pilló con un chico en casa (en la cama no, por suerte, fumos rápidos). Le dije, "Me voy a llevarle a la estación" y al volver ella me preguntó si ése era el chico del que estaba enamorado. Le dije que sí, pero no era cierto, porque no lo estaba, sólo hacíamos el tonto. Me dejó al poco porque me veía más como amigo, sin embargo poco se supo tras aquello. El caso es que mi madre, que iba de progre y enrollada, de haber votado comunistas y ser verde, y todas esas cosas, va y me viene con historias opuestas. Enviando a mi hermano para convencerme de que me pasara al lado oscuro. "Preocupada" por si me partían la cara. Vah!
El caso es que durante esta época, fue cuando, out of a sudden, dejaron de molestarme. Fíjate que me empecé a teñir el pelo y todo cambió. No, no es que tuviera canas, sino que me lo teñí de azul y a partir de entonces me empezaron a mirar cono otros ojos. Como a friqui, sí, pero respetable. La gente me conocía. Gente que yo no conocía me conocía. Y aún es así. Pero bueno, no es para vacilar. Además, me empezaron a sacar novias. No lo podrían haber hecho cuando me hubiera ido bien, no, lo tenían que hacer cuando yo ya estaba con las puertas del armario wide open y dejando que la gente (♂) entrara y saliera. Fíjate que un inocente beso entre amigos se convirtió en una relación estable, que ni ella ni yo desmentimos. Et trobo a faltar.
Durante un tiempo me lo estuve pasando bien. Con mis pelitos de punta de colores, mis pantalones de tela de paracaídas y bailando techno con ese cuerpito que tenía entonces, y poniéndolos a todos a ... bueno... no es para exagerar. Nada, que I was whoreing around un poquito.
Luego me fui a Londres y ahí hay algo de laguna que sigue durando, pero por medio mi padre me vino a ver y ni siquiera tuvimos la conversación, simplemente le presenté a la laguna esa y fuimos a cenar. Mi hermana le había dicho que si sabía que yo era gay, él dijo que era viejo pero no tonto y se pusieron a hablar de fúngol.
Y así más o menos fue mi salida del armario. Nunca más lo he escondido. No es que sea toda mi vida, pero sí es parte de ella. Una parte importante. No le doy más importancia de la que un heterosexual le da a su heterosexualidad. No digo "Oye, yo.... hm... es que... soy gay" ni "PORQUE QUE SEPAS QUE YO SOY GAY, Y ORGULLOSO DE ELLO". Sólo digo, "Porque mi novio/ex-novio" oh, simplemente, "Jopelines, qué bueno está ese tío".
Y nada, pues eso, que sí, lo pasé mal, a ratos, los más. Pero no me puedo quejar. Los hombres somos todos tontos, por eso he decidido hacerme lesbiana, o monja, o algo. Pero me alegro mucho de ser mariquita. Estoy orgulloso de ello, incluso hoy.